«Tesis sobre la crisis secular en el capitalismo: la insuperabilidad de los antagonismos de clase», por Harry Cleaver

Publicamos en Cuadernos de Economía Crítica, 6(12), Junio 2020, la traducción del clásico artículo de Harry Cleaver, con una introducción del propio autor.

Acá pegamos el texto completo. En la página de Cuadernos de Economía Crítica pueden encontrar la versión en pdf, así como otros artículos.

Tesis sobre la crisis secular en el capitalismo: la insuperabilidad de los antagonismos de clase [1]

Harry Cleaver*
Profesor retirado de la Universidad de Austin (Texas, EE.UU.)

Introducción a la edición en español
Este artículo fue escrito originalmente como una intervención corta en torno a los debates entre marxistas en los Estados Unidos sobre las teorías marxistas de la crisis. La ocasión fue la Conferencia anual de Rethinking Marxism en 1992, apoyada por la revista que lleva ese mismo nombre. Luego fue levemente revisado y publicado en (Cleaver, 1996).
La forma del artículo -15 tesis- fue adoptada como una manera de mantener los argumentos de manera clara y concisa. El contenido fue el resultado de más de una década de trabajo entorno a la teoría marxista, no solo en sus escritos sobre la crisis, sino también en su teoría del valor trabajo, que he desarrollado para analizar como los capitalistas organizan la acumulación, a veces exitosamente, a veces enfrentando la crisis. La teoría de la crisis fue ignorada por varias décadas luego de la Gran Depresión de los años ‘30, por la ausencia de caídas económicas significativas y por la fe de los economistas en su habilidad para controlar la economía a través del uso cuidadoso de políticas macroeconómicas keynesianas. Pero la crisis de esas políticas a fines de los ‘60 y comienzos de los ‘70 revivió el interés tanto de economistas como de marxistas en escritos de tiempos anteriores, y condujo a muchas relecturas y nuevos pronunciamientos sobre esa cuestión.
Entre les economistas, el fracaso de los métodos keynesianos para administrar la relación capital-trabajo puso de manifiesto la inabilidad, a pesar el aumento en el desempleo, para limitar los aumentos en salarios y otros beneficios a los aumentos de la productividad, y llevó a la revalorización del monetarismo y el liberalismo, conjunto de ideas que había sido marginalizado en la era keynesiana (en la cual el Estado jugaba un rol fundamental en superar las fallas de mercado y organizar la acumulación). La aplicación de políticas asociadas con la primera de esas ideologías por parte de la Reserva Federal de EE.UU. (la Fed) restringió la oferta monetaria, aumentó dramáticamente las tasas de interés y provocó la crisis monetaria internacional de los ‘80 y ‘90. Esa crisis fue entonces utilizada por la Fed en colaboración con los bancos internacionales para imponer la adopción de políticas neoliberales de austeridad sobre lxs trabajadorxs, la privatización de empresas estatales y la apertura de los mercados financieros a inversores extranjeros a cambio del refinancimiento de las deudas -conjunto de políticas que prolongó la crisis de la deuda y transfirió cientos de billones de dólares a los banqueros capitalistas-. Tal drenaje sobre los recursos locales para el desarrollo ganó el título de ‘Década Perdida’ en América Latina, una de las regiones del mundo más inmediatamente afectadas.
Entre marxistas, la revalorización fue primordialmente de los escritos sobre la crisis de marxistas de principios del siglo XX y tomó fundamentalmente la forma de la recuperación de viejas teorías con poca innovación. La intervención que presentamos a continuación fue una de las reacciones al hecho de ver viejas teorías vestidas en nuevas ropas, pero permaneciendo esencialmente inalteradas. Contra esas viejas teorías, estructuradas en torno a las ‘leyes’ del desarrollo capitalista, en las cuales la clase trabajadora figura solo como víctima, me inspiré en trabajos más recientes, y en mi opinión, más innovadores que recentraban las luchas obreras como fuerza motriz tanto del desarrollo capitalista como de la crisis. Ese trabajo incluyó mi reconstrucción de la teoría del valor trabajo como una teoría del valor del trabajo para el capital como su medio principal de control social.
En los años que pasaron desde que este artículo fue escrito, ha habido una mayor recuperación de los escritos del propio Marx. Muchxs han releído y reevaluado el creciente número de sus escritos que se han puesto a disposición, sea en su idioma original o en traducciones. La colección en lengua inglesa Marx Engels Collected Works ha sido completada en cincuenta volúmenes, la Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA) continúa creciendo y nuevas traducciones de manuscritos largamente ignorados han aparecido.
Por más de cuarenta años, enseñé El Capital de Marx dentro de algún departamento de economía. A través del tiempo, para mis cursos de grado sobre el volumen I, desarrollé una guía de estudios online que proveía a mis estudiantes resúmenes y comentarios capítulo a capítulo, ilustrados con trozos de poesía, literatura y música. Esa guía de estudios, sin sus ilustraciones, fue ahora publicada en formato libro como 33 lessons on Capital: Reading Marx Politically (Cleaver, 2019). En él encontrarán muchas de las ideas expresadas en estas 15 tesis, elaboradas en mayor profundidad, incluyendo su relevancia para las luchas contemporáneas. Actualmente estoy revisando y expandiendo el artículo de 1982 “Marx’s Crisis Theory as a Theory of Class Struggle” (Bell y Cleaver, 1982), convirtiéndolo en un libro que incluirá bibliografía anotada de los escritos de Marx y Engels sobre la crisis. Ambos escritos -más que este texto- han sido diseñados no solo como ‘intervenciones’ en los debates académicos sino como aportes para ilustrar la relevancia de los trabajos de Marx y Engels para las luchas contemporáneas contra la explotación y alienación capitalistas, y por la creación de alternativas. Más de cincuenta años de activismo y doce de trabajo dentro de redes internacionales de solidaridad con el alzamiento Zapatista en Chiapas informan los argumentos sobre cómo el marxismo aún provee de elementos indispensables sobre la naturaleza del capitalismo, las luchas con él y los esfuerzos por crear nuevos mundos más allá de él.

Harry Cleaver
Junio de 2020

Tesis 1. Estamos en medio de una crisis secular
Estamos escribiendo y hablando acerca de la crisis de hoy, como lo hemos estado haciendo durante las últimas dos décadas, porque hemos estado participando en una crisis global del capitalismo que puede ser fechada por lo menos a finales de los años sesenta. En términos de duración, profundidad y alcance, esta crisis equipara a la de los años treinta –que se entiende que ha durado desde antes del colapso de 1929, a través de la Segunda Guerra Mundial, hasta el comienzo de la era de posguerra de Pax Americana a través del Plan Marshall en Europa occidental, de la restructuración de Japón y del inicio de la Guerra Fría. Estamos escribiendo y hablando acerca de la crisis secular porque ni las recesiones cíclicas de los negocios ni las recuperaciones, ni toda una serie de contramedidas capitalistas (locales e internacionales), han resuelto los problemas subyacentes del sistema de tal manera de sentar las bases para una renovación de la acumulación estable. Por lo tanto, la crisis secular representa la continua amenaza de la existencia del capitalismo, planteada por fuerzas antagónicas y tendencias que son inherentes en su estructura social y que persisten a través de las fluctuaciones a corto plazo y grandes reestructuraciones.

Tesis 2. La crisis secular es la crisis de la relación de clase
Las fuerzas antagonistas básicas que son inherentes en la estructura social del capitalismo, que perduran a través de los altibajos de las fluctuaciones y restructuraciones, que han sido repetidamente internalizadas sin haber perdido su poder de resurgimiento, son la negatividad y la creatividad de la clase obrera. La clase obrera amenaza persistentemente la supervivencia del capitalismo tanto por sus luchas contra diversos aspectos de la forma capitalista de sociedad como porque tiende a ir más allá de esa forma social a través de su propia inventiva. A diferencia de todas las ideologías burguesas de contrato social, pluralismo y democracia, el marxismo ha demostrado que el antagonismo de la clase trabajadora deriva del capitalismo como un orden social basado en la dominación, es decir, de la imposición de un serie de reglas sociales a través de las cuales, tendencialmente, toda la vida es organizada. El antagonismo de clase es así insuperable por el capitalismo dentro de su propio orden porque este antagonismo es inseparable de la dominación que define el sistema.

Tesis 3. La relación de clase es la lucha en torno al trabajo
Las reglas capitalistas imponen la subordinación generalizada de la vida humana al trabajo. Mientras que todas las sociedades de clase han implicado la extracción de trabajo excedente, solo en el capitalismo todas las actividades humanas han sido reorganizadas como trabajo, como procesos laborales productores de mercancías. Estos procesos producen valores de uso que pueden ser vendidos y sobre los cuales se puede obtener un beneficio o producen y reproducen la vida humana misma como fuerza de trabajo. El antagonismo, la resistencia y la oposición acompañan esta imposición, porque esta manera de organizar la vida humana dramáticamente restringe y limita su desarrollo. La gente lucha tanto contra su reducción a “mero trabajador” como para la elaboración de nuevos caminos de nuevas formas de ser que escapan a los límites capitalistas.[2]

Tesis 4: la clase trabajadora (asalariada y no asalariada) lucha contra el trabajo
Si bien el “capital” puede ser pensado como monolítico en el sentido de que las diferencias y los conflictos entre capitalistas son secundarios a las reglas del juego desde el punto de vista de los explotados, la “clase obrera” es monolítica solo como clase en sí, es decir, como clase formada por el capital a través de la imposición universal del trabajo. La clase trabajadora solamente aparece como una clase para sí misma como una “fuerza unificada autónoma” a través de su negatividad que está enraizada en la coincidencia de su oposición a la dominación del capital, es decir, en sus luchas por dejar de ser definida como una clase obrera o como cualquier tipo de clase unidimensional. La lucha contra la imposición del trabajo ha sido central en la historia de la formación de la clase obrera, desde la resistencia inicial a la original imposición del trabajo en el período de la acumulación primitiva a través de los siglos de resistencia y de evitar la expansión del tiempo de trabajo (horas más largas y duras) hasta las más recientes luchas agresivas para reducir el tiempo de trabajo y liberar más tiempo irrestricto para la actividad autodeterminada [3]. Dados los esfuerzos capitalistas para reinternalizar el tiempo liberado del día de trabajo oficial (semana, etcétera), moldeándolo para la reproducción de la vida como fuerza de trabajo y así remodelando toda la vida como una fábrica social integral, la lucha en torno al tiempo se ha vuelto universal. Por lo tanto, las luchas de la clase trabajadora hoy deben ser entendidas como no solo incluyendo las de los trabajadores asalariados, sino también las de todos los que no reciben un salario, sino que son capacitadas y condicionadas para realizar el trabajo de reproducción de la misma clase trabajadora, por ejemplo, amas de casa, estudiantes, campesinos, “desempleados”, etcétera.[4]

Tesis 5. La clase trabajadora lucha por una multiplicidad irreductible de formas alternativas de ser
Cuando se miran positivamente, en términos de la lucha por sus propios intereses (más allá de la mera resistencia a la imposición del trabajo), los intereses de esta compleja “clase obrera” son múltiples en el sentido de no ser universalmente compartidos. Los intereses de un grupo no son exactamente iguales a los de otro, aun sí la realización de los de uno facilitaría la realización de los de los otros [5]. Por lo tanto, hay una relación problemática entre la noción de una clase trabajadora para sí y la multiplicidad de intereses por los que luchan diferentes grupos de personas. “La” clase obrera que lucha contra el capital, y cuyo antagonismo amenaza la supervivencia del capital, es en realidad una multiplicidad que se mueve en una variedad de direcciones formada por procesos igualmente diversos de autovalorización o autoconstitución.

Tesis 6: La interiorización capitalista del antagonismo de la clase obrera es la dialéctica
Por lo tanto, el problema que el capital enfrenta en el manejo del antagonismo de la clase obrera es el de gestionar no solo una resistencia compartida (aunque no necesariamente aliada o incluso complementaria) sino también diversos procesos de autoconstitución que escapan repetidamente sus reglas y precipitan crisis. La acumulación del capital requiere que el comando capitalista (tesis) interiorice las autoactividades hostiles de la clase trabajadora (antítesis) y las convierta en contradicciones (síntesis) capaces de proveer dinamismo a lo que es básicamente un conjunto inerte de reglas / restricciones. Así, la “lógica” (o “leyes”) [6] del capital es, como todas las lógicas, un conjunto de reglas, en este caso aquellas que el capital es capaz de imponer a una sociedad humana que se resiste y actúa por sí misma. En otras palabras, la lógica dialéctica de la lucha de clases implica la cooptación y la domesticación de la actividad mutagénica en metamorfosis [7]. Todas las llamadas barreras inmanentes dentro del capital resultan ser enraizadas en -y ser momentos de- las relaciones de clase de lucha. El número de esas barreras es el número de momentos (o sitios) de la relación de clase [8]. El desarrollo de estos conflictos es “dialéctico” solo en la medida en que el capital es capaz de internalizar su oposición, de lograr la conversión del antagonismo en contradicción.

Tesis 7. Estudiar la crisis es estudiar la lucha de clases
Por lo tanto, el estudio de la crisis secular debe ser el estudio de las amenazas planteadas, de las rupturas logradas y de las transformaciones forjadas por esta constelación de fuerzas antagonistas y autoconstitutivas que cambian constantemente [9]. Los procesos de acumulación del capital, entendidos como aquellos de acumulación de las relaciones de clase del capital, abarcan todo esto -incluyendo la amenaza siempre presente de la ruptura total y la mutación cuya demora es la condición necesaria para la continuación de esos procesos- [10]. Simultáneamente, el estudio de la crisis secular debe ser el estudio de las luchas por la liberación de las limitaciones del capitalismo como sistema social.

Tesis 8. La teoría marxista tradicional de la crisis debe ser desmitificada
Por implicación, los enfoques marxistas tradicionales a la cuestión de la crisis secular necesitan ser explícitamente resituados dentro de las fuerzas de clase fundamentales que actúan en el corazón del sistema. Por ejemplo, es común en muchas teorías marxistas de la crisis secular (o de las crisis cíclicas por caso) tratar la lucha de clases como una fuerza entre otras que conducen (sobredeterminando) el desarrollo del sistema hacia la crisis. Ellas fallan en ver que si la autoactividad de la clase trabajadora (tanto negativa como positiva) es la fuerza fundamental de oposición al conjunto de reglas/restricciones del capital sobre la vida social, entonces evitar el fetichismo significa que las otras fuerzas, supuestamente distintas, pueden y deben ser repensadas como momentos o aspectos particulares del conflicto de clases.

Tesis 9. La competencia no está separada de, sino una forma de, la relación de clase
Una fuerza común, y supuestamente paralela, que se piensa conduce al capital a la crisis es la “competencia” entre subunidades del capital, es decir, firmas, bloques nacionales. Por ejemplo, frecuentemente se ha argumentado que la tendencia a largo plazo dentro del capital a que la composición orgánica del capital y la productividad aumenten es impulsada “tanto por el conflicto de clases como por la competencia intercapitalista” [11]. Sin embargo, la “competencia intercapitalista” debe ser reinterpretada en términos de la lucha de clases reconociendo que el determinante más fundamental de “quien gana” la batalla competitiva está determinado por quien tiene el mayor control sobre el sector relevante de la clase trabajadora. La competencia de precios se gana reduciendo costos, es decir, bajando los salarios o haciendo que los trabajadores trabajen más duro o mejor, o que acepten la introducción de la tecnología que aumente la productividad. La competencia a través de la diferenciación de productos se gana consiguiendo la mayor imaginación y creatividad de los trabajadores. La competencia a través de la guerra se gana movilizando el mayor esfuerzo de los trabajadores (en todas sus formas, desde el trabajo duro en las fábricas de guerra a la creatividad y la voluntad de sacrificarse en el campo de batalla). La “competencia” se ha transformado en un eslogan prominente de dominación en este período de restructuración capitalista internacional que se utiliza para enfrentar a los trabajadores contra los trabajadores. Necesitamos desfetichizar su significado mostrando cómo es simplemente una manera particular de organizar la lucha de clases. En el contexto de la teoría marxista de la crisis necesitamos hacer lo mismo y reubicar la competencia dentro de la lucha de clases en lugar de fuera de ella.[12]

Tesis 10. Las categorías teóricas marxistas son las de la lucha de clases
Para desmitificar las teorías familiares de la crisis, necesitamos reinterpretar sus bloques teóricos constitutivos: conceptos de valor, trabajo abstracto, valor de cambio, valor de la fuerza de trabajo, plusvalía, tasas de explotación y de beneficio, la composición orgánica del capital, y la acumulación del capital.[13] El valor debe ser repensado como un concepto para hablar del trabajo que el capital impone para organizar la sociedad (contra el cual los trabajadores elaboran una diversidad de “valores” inconmensurables); el trabajo abstracto -la sustancia del valor- como el papel universal de todo tipo de trabajo como mando capitalista (contra el que los trabajadores luchan a través del rechazo y transformación del trabajo); el valor de cambio como forma de referencia de la imposición del trabajo (contra el que los trabajadores luchan rigidificando o salteándolo); el valor de la fuerza de trabajo como el costo para el capital de reproducir a las personas como trabajadores (contra el que los trabajadores remarcan el salario para su autovalorización); la plusvalía como la imposición de suficiente trabajo para financiar más trabajo en el siguiente período (que los trabajadores socavan exigiendo que el trabajo se subordine a la satisfacción de sus necesidades); la tasa de explotación y la tasa de ganancia como medidas de la subordinación del trabajo a la necesidad del capital por más trabajo (cuya caída mide el poder de los trabajadores); la composición orgánica del capital como las condiciones técnicas de la imposición de trabajo (alrededor de la cual los trabajadores recomponen su propio poder); y la acumulación del capital como la reproducción ampliada de la lucha de clase en todos sus aspectos.

Tesis 11. El “subconsumo” resulta de intentar imponer el trabajo
Una de las más antiguas y persistentes teorías de la crisis, que puede encontrarse tanto en Marx como en Malthus, Hobson, Keynes o Sweezy, es la de “subconsumo”.[14] En cada caso, incluido el de Marx, el “subconsumo” es derivado de la contradicción entre la tendencia capitalista a maximizar la producción, las ventas y los beneficios, al tiempo que minimiza los costos, especialmente los salarios. Los capitalistas quieren producir para un mercado tan grande como sea posible, pero mantener oprimidos los salarios y, así, ciegamente, limitar el tamaño del mercado -directamente para los medios de subsistencia, indirectamente para los medios de producción-. Sin embargo, en términos de clase, el salario no es solo un costo para el capital sino poder para la clase obrera, y no solo para comprar los medios de subsistencia, sino poder para luchar contra el trabajo capitalista y para sus propias necesidades. Por lo tanto, la tendencia al subconsumo aparece como consecuencia de la contradicción entre la necesidad de privar a los trabajadores (el garrote) para obligarlos a trabajar (el contenido del valor) y la necesidad de que los mercados absorban las mercancías que producen (la forma del valor). En el siglo XX, por supuesto, Ford y luego Keynes reconocieron que el salario era mercado tanto como un costo y trataron de superar la vieja contradicción utilizando el aumento de los salarios (la zanahoria) para obtener el mismo resultado (más trabajo) dentro de un mercado en crecimiento. Sin embargo, el aumento de los salarios (y el creciente poder de la clase obrera que financiaba) tuvo que ser limitado al crecimiento de la productividad, de modo que la vieja contradicción persistió dentro en un contexto más dinámico. Luego de que los trabajadores rompieron esta solución, el capital (las empresas y el Estado-crisis) volvieron a un ataque generalizado contra todas las formas de ingresos de la clase obrera, resucitando antiguas formas de la contradicción subconsumista.[15]

Tesis 12. La “tendencia de la tasa de ganancia a caer” remite a las crecientes dificultades de poner a la gente a trabajar
Contra las teorías del subconsumismo, muchos marxistas han propuesto las tendencias de la composición orgánica del capital a elevarse y de la tasa de ganancia a caer como causas más fundamentales de la crisis.[16] También podemos reinterpretar este enfoque en términos de que la manera en que los intentos del capital para acumular a la clase obrera implican un creciente conflicto entre la necesidad de imponer el trabajo y la introducción de máquinas para lograrlo. Con el aumento de la composición orgánica del capital entendido como parte de un proceso de reorganización capitalista de la tecnología que eleva la productividad e impone “más trabajo”, podemos reconocer que esto siempre implica un cambio en las relaciones de poder entre el capital y la clase trabajadora.[17] Porque el cambio fundamental implicado en esta reorganización de la tecnología es la sustitución del trabajo muerto encarnado (ya sea en forma de máquinas o información) por el trabajo vivo, esto socava tendencialmente la habilidad del capital de organizar su sociedad a través de la imposición del trabajo. Por lo tanto, la cuestión clave no es lo que está ocurriendo con la tasa monetaria de ganancia, sino la creciente masa de trabajo muerto que debe ser utilizada para imponer una determinada cantidad de trabajo vivo. Tendencialmente, como Marx argumentó en el Fragmento sobre las Máquinas en los Grundrisse, el problema de la imposición del trabajo -y, por tanto, de mantener el control- se hace cada vez más agudo y la cantidad de tiempo -al menos potencialmente- libre o “disponible” aumenta con el desempleo, es decir, con la des-asalariación.[18]

Tesis 13. El “agotamiento” de un modo de regulación mide la eficacia del rechazo del trabajo
En los años setenta, el marxismo estructuralista fue resucitado como teoría de la regulación a través de la inyección de una dosis de Gramsci y una gota de marxismo autonomista. Las estructuras althusserianas surgieron de la tumba bajo la forma de los conceptos de régimen de acumulación y de modo de regulación que tuvo que sacudirse de manera complementaria para permanecer intacto. La desincronización (es decir, la crisis del fordismo), por supuesto, podría curarse mediante una pequeña reestructuración (es decir, posfordismo). Los teóricos de la regulación trataron de utilizar una ortodoxia revitalizada para confrontar la crisis de la era keynesiana, pero terminaron como observadores de una crisis cuyos comentarios enterrarían el drama de la lucha de clase en el diluvio de jerga estructuralista. Pero podemos repensar el concepto de régimen de acumulación como una manera particular de organizar la lucha de clase, y la de un modo de regulación en términos de estrategias y tácticas capitalistas para su gestión. Desde este punto de vista, el agotamiento de un modo de regulación reaparece como el colapso en la capacidad del capital de sostener una forma particular de imposición del trabajo frente a la autoactividad de la clase obrera. El drama del llamado posfordismo puede ser visto como la lucha entre la clase obrera como un sujeto en rápida evolución y altamente socializado, y los esfuerzos desesperados y brutales del capital para hallar nuevas maneras de dominarla.[19]

Tesis 14. La crisis del capital es la libertad de la subjetividad revolucionaria
A medida que la lucha o las luchas de la clase obrera escapan repetidamente de la lógica del capital, la amenaza es la revolución, es decir, la mutación, la liberación de “lógicas” sociales alternativas y autodeterminadas, fuera y más allá de la del capital de una manera que destruye la dialéctica.[20] Como marxistas, nuestro rol en la crisis, incluyendo nuestro análisis y discusión de la teoría de la crisis secular, debería contribuir a la profundización de la crisis más que a su resolución. En contraposición al trabajo de los teóricos burgueses, no deberíamos ayudar a encontrar la forma de “resolver” la crisis restableciendo la acumulación, ni simplemente buscando desarrollar un mejor entendimiento “científico”. En cambio, nuestro trabajo debería ser elaborado desde dentro y como una contribución a las fuerzas que han precipitado la crisis, que resisten los intentos capitalistas de superarla, y que tienden a conducirse a través de ella para trascender no solo la crisis sino también el capitalismo en su conjunto. Lo que realmente necesitamos hacer no es meramente reconocer el sujeto antagónico que conduce la “crisis secular”, sino explorar las “lógicas” de esas subjetividades emergentes y diversas. Tal exploración puede ayudarnos a ir más allá de la apreciación de cómo rompen el capital, para en definitiva articular y fortalecer su desarrollo.

Tesis 15. El camino a la revolución se encuentra a través de la circulación de la lucha
Todo lo anterior conduce no solo a un replanteamiento sistemático de las conocidas teorías marxistas de la crisis secular, sino también una reformulación muy poco tradicional de la política de la lucha de la clase trabajadora. En lugar de intentar organizar la homogeneización de las luchas de los trabajadores a través de instituciones tales como sindicatos o partidos políticos que impulsan una visión unificada del futuro (socialismo) contra la dominación capitalista, debemos sustituir la política de alianza para la sustitución del capitalismo por una diversidad de proyectos sociales. Una política de alianza contra el capital dirigida no solo a acelerar la circulación de la lucha de sector a sector de la clase, sino a hacerlo de manera que construya una política poscapitalista de la diferencia sin antagonismo. Ha sido la circulación de la lucha la que ha puesto en crisis el mando capitalista; es solo a través de la circulación de la lucha que las divisiones que continúan debilitándonos pueden superarse. Sin embargo, esta circulación no es una cuestión de propagación de la ideología anticapitalista, sino que implica la fabricación y utilización de conexiones y comunicaciones materiales que destruyan el aislamiento y permitan a la gente luchar de maneras complementarias, tanto en contra de las restricciones que las limitan como a favor de las alternativas que construyen, por separado y juntos.

Austin, Texas
Mayo de 1993

Notas al pie

[1] Esta es una versión revisada de un conjunto de notas presentadas en la sesión sobre “Secular Crisis in Capitalism: Attempts at Theorization” en la Conferencia de Rethinking Marxism, Amherst Massachusetts, 13 de noviembre de 1992. Varias de las notas a pie de página se refieren a los otros dos artículos presentados en esa sesión (Ehrbar, 1992; Laibman, 1992).

* Traducción de Daiana Melón (IdIHCS/CONICET-UNLP; daianamelon@gmail.com) y Mariano Féliz (IdIHCS/CONICET-UNLP; marianfeliz@gmail.com). La versión original en inglés se puede consultar en https://libcom.org/library/theses-secular-crisis-capitalism-cleaver

[2] Este análisis del capitalismo como un sistema social basado en la imposición sin fin del trabajo a través de la forma de mercancía se desarrolló por primera vez en el verano de 1975 y fue publicado posteriormente en (Cleaver, 1979). Como Marx indicó en la sección 2 del capítulo 10 del volumen I de El Capital, el capitalismo no inventó el trabajo excedente; lo que inventó fue la infinitud de su imposición junto con la mercantilización de toda la vida.

[3] La centralidad de la lucha contra el trabajo en la génesis de la actual crisis fue percibida por la Nueva Izquierda Italiana a finales de los sesenta y en Francia y Estados Unidos en los setenta. Este análisis  se ha desarrollado en revistas como Lavoro Zero (Venecia), Camarades (París) and Zerowork (Nueva York). Como Roediger and Foner han demostrado recientemente con respecto a la clase trabajadora asalariada en los Estados Unidos, la lucha por menos trabajo ha sido central para la capacidad de los trabajadores estadounidenses para unirse más allá del género, la raza, la habilidad y la etnicidad a lo largo de la historia del movimiento obrero estadounidense. Como ellos han demostrado ampliamente, la lucha contra el trabajo ha estado íntimamente ligada a prácticamente cualquier otra cuestión planteada en los conflictos laborales en los Estados Unidos, incluyendo los salarios, el control del trabajo, el desempleo, la educación, la participación en la política, la libertad religiosa, la protección de los niños, la salud, la alienación y los derechos de la mujer, entre otros. (cfr. Roediger y Foner, 1989). El libro más reciente, Schor muestra que este antagonismo sigue siendo el centro de la lucha de clases hoy (Schor, 1991).

[4] El movimiento de mujeres de principios de los setenta fue responsable del desarrollo de un análisis marxista del trabajo no asalariado. Ver especialmente Dalla Costa y James (Dalla Costa y James, 1972), y el debate marxista posterior sobre “el trabajo doméstico”. Desafortunadamente, en su valioso libro, Roediger y Foner mayormente descuidan las luchas del trabajo no asalariado (aparte de los “desempleados”). Schor lo hace mejor incluyendo el trabajo doméstico no asalariado en su estudio. Desafortunadamente, su enfoque se centra más en el reciente éxito capitalista en imponer más trabajo doméstico que en la lucha previa y continua contra el.

[5] El reconocimiento marxista de esta diversidad ha sido demandado no solo por el movimiento de mujeres, sino también por el movimiento negro, marrón y otros “nuevos movimientos sociales”. El atractivo de análisis posmodernistas y posmarxistas pueden encontrarse, en parte, en el rechazo por parte de muchos marxistas a reconocer precisamente eso.

[6] Mientras que Laibman habla en términos de la “lógica” del capitalismo (Laibman, 1992), Hans Ehrbar en su artículo (Ehrbar, 1992) para esta sesión prefiere hablar en términos de las “leyes” del capitalismo. Ambos términos se refieren a las regularidades que caracterizan al capitalismo por sobre y más allá de las acciones de los individuos (incluyendo los capitalistas individuales), más allá de la “agencia individual” en el trabajo de Ehrbar. Mi argumento es simplemente que tales regularidades son el resultado de la confrontación entre los esfuerzos colectivos (no solo individuales) por parte de algunos -que actúan como lo que Marx llamó funcionarios del capital- y los esfuerzos colectivos (múltiples) por parte de otros (clase obrera). Es cierto, como dice Ehrbar, que los capitalistas individuales en su lucha competitiva “no determinan estas leyes” (ver Tesis 9 más adelante), pero tampoco son metafísicos; son regularidades de la lucha de clases sobre el contenido y la forma de la vida social.

[7] Como estos comentarios deben hacer aparente “la” dialéctica no se trata aquí como un principio histórico o cosmológico trascendente, sino más bien como la lógica de la lucha de clases que constituye el capitalismo.

[8] Estoy de acuerdo en que el intento de Laibman de localizar, sin crear una jerarquía, una variedad de tales “sitios” y sus interrelaciones es, como él sugiere, un sano antídoto contra el “sectarismo y el aislamiento” entre los marxistas que trabajan la teoría de la crisis (p. 20). Esto es lo que Peter Bell sostuvo en su contribución (Bell, 1977) y, a la cual, él y yo intentábamos contribuir (Bell y Cleaver, 1982)y yo (Cleaver, 1986). Las diferencias entre el enfoque de Laibman y el nuestro es menos en la intención general que en la ejecución.

[9] Por lo tanto, necesitamos reinterpretar afirmaciones tales como las de Erhbar cuando dice que Marx enfatiza “aquellas crisis en las que hay tendencias intrínsecas en el capitalismo que ya no pueden funcionar”. Las “tendencias intrínsecas” que “ya no funcionan” se refieren al “mecanismo” (para usar su término) del comando capitalista. Ya no funcionan porque la clase obrera ha logrado el poder de romperlos. El problema, me parece, es primero reconocer la existencia de tal poder y luego entender como se ha logrado.

[10] Por lo tanto, ver la lucha de clases como el “modo de existencia del capitalismo” no implica, como sugiere David Laibman en su artículo, el “rechazo” del análisis de la acumulación o un enfoque estático frente a un enfoque dinámico. Por el contrario, significa que el análisis de la acumulación debe comprenderlo como la acumulación de las clases con todos sus conflictos en todo su dinamismo. Significa reconocer que la “inestabilidad inherente” no es exterior a la lucha de clases sino una parte de ella. Y, por último, significa que la “creciente severidad” de la crisis capitalista está enraizada en la creciente autonomía del antagonismo con el capital (comparar con sus pp. 2-3).

[11] La cita es de Laibman, p. 10, pero es una posición ampliamente compartida por los teóricos marxistas.

[12] Este argumento fue expuesto con mayor amplitud (Cleaver, 1990).

[13] Este tipo de reinterpretación ha estado en marcha durante mucho tiempo y puede encontrarse en los escritos de lo que yo llamo “marxistas autonomistas”. Véase, por ejemplo, Mario Tronti (Tronti, 1964) (partes publicadas en Radical America y Telos); Harry Cleaver (Cleaver, 1979); Antonio Negri (Negri, 1979); y los periódicos Zerowork (‘70), Midnight Notes (Boston, actual), News & Letters (Chicago, actual), Futur anteriur (Paris, actual), Autonomía (Padova, actual) y Common Sense (Edimburgo, actual).

NB: Midnight Notes, Futur AntérieurAutonomia y Common Sense han dejado de existir. En Francia, Futur Antérior ha sido reemplazada por Multitudes (París, actual). Dos revistas italianas en esta tradición están ahora disponibles en línea: Effimera y Contrapotere: Quaderno di Euronomade.

[14] Estrictamente hablando ni Marx ni Keynes eran subconsumistas porque ambos reconocían que el consumo era solo un componente de la demanda agregada y sabían que no era bueno discutir sus límites aisladamente de otros componentes. Sin embargo, ambos entendían la centralidad del salario / consumo y analizaron las fuerzas que tienden a restringir el consumo y limitan así el tamaño del mercado.

[15] Para una reinterpretación de argumentos subconsumistas, como los de Paul Sweezy, en términos de clase, véase (Cleaver, 1986).

[16] Temprano, C.L.R. James, Raya Dunayevskaya y Grace Lee atacaron tanto a Eugene Varga como a Paul Sweezy por sus teorías circulacionistas del subconsumo con una tendencia de la tasa de ganancia a caer centrada en la producción. Véase el libro de aquellxs autorxs (James et al., 1986)(publicado originalmente en 1950). Más tarde, cuando Sweezy publicó (Sweezy y Baran, 1966), que había escrito con Paul Baran, su subconsumismo neokeynesiano fue nuevamente atacado, esta vez por Paul Mattick (Mattick, 1966), David Yaffe y otros, volviendo a integrar el club de la tendencia de la tasa de ganancia a caer.

[17] Aunque teóricamente es posible que un cambio en la tecnología aumente la productividad sin aumentar ni las horas ni la intensidad del trabajo (de hecho, a nivel micro, el cambio tecnológico que desplaza trabajo puede reducir la cantidad de trabajo), Marx demostró cómo el capital generalmente intenta obtener productividad más alta y más trabajo. Además, el aumento de la plusvalía relativa como consecuencia del aumento de la productividad permite una mayor inversión y, por lo tanto, más trabajo (incluyendo más empleo) en el futuro.

[18] Ehrbar tiene razón (p. 3) al decir que Marx “se aferró” a la contradicción de que “la producción cuyo único propósito es la valorización, desarrolla la productividad (…) [de modo que] la producción se carga cada vez más con valor de uso y el factor trabajo se vuelve cada vez más irrelevante”. Pero lo que esto significa socialmente es que en el intento de imponer el trabajo (valor) sin fin (plusvalía) se hace cada vez más difícil imponer el trabajo en absoluto. Sí, el “desarrollo de las fuerzas productivas (…) hace obsoleto el capitalismo”, pero la “fuerza productiva” fundamental es la fuerza de trabajo viviente, es decir, el poder creador de la clase obrera. Este es el tipo de defetichización que tenemos que hacer: averiguar cómo ver las relaciones sociales representadas por los conceptos marxistas y, por lo tanto, las dinámicas sociales analizadas por la teoría marxista. También debe señalarse que la “desasalariazación”, como se indica en la Tesis 4, no significa automáticamente “ningún trabajo”, o incluso “menos cantidad de trabajo”. Por el contrario, cuando el capital tiene el poder de limitar el acceso de los trabajadores a la tierra y a las herramientas (para sostener o intensificar la acumulación primitiva), la escasez de empleos puede significar más trabajo -el trabajo de supervivencia- (cfr. Midnight Notes, 1990). Sin embargo, también es cierto que cuando los no asalariados son capaces de expandir su capacidad de vivir por su cuenta, la autovalorización puede expandirse a expensas de la valorización. Así, mientras que el desplazamiento del trabajo asalariado por la automatización puede conducir a crisis y oportunidades, no garantiza de ninguna manera un “Camino hacia el Paraíso”, como Andre Gorz quería hacernos creer.

[19] Aquellos que están fascinados con las últimas formas más sofisticadas de gestión capitalista a veces olvidan que el FMI impuso el hambre en África, bombardeos masivos en el Golfo Pérsico, depuración étnica en ex Yugoslavia, bombardeos de centros de aborto y explotación acentuada de niños en fábricas y burdeles, son también momentos integrales de los intentos del capital de restablecer su comando en este período. Para una crítica de clase de la teoría de la regulación, véase (Cocco y Vercelone, 1990); y (Bonefeld y Holloway, 1991).

[20] Si la dialéctica es la lógica de la lucha de clase dentro del capital, no hay razón a priori para esperar que la comprensión de la “lógica” de esas fuerzas antagónicas pero constitutivas de autovalorización que impulsan más allá del capital sean “dialécticas” en el sentido marxista. Sobre este tema, ver Cleaver (1993).

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